Empecé mi primer negocio de mudanzas cuando tenía apenas 17 años. No tenía estudios de marketing, no sabía de campañas, ni de segmentación. Solo tenía algo claro: quería salir adelante, hacer las cosas bien y darle un mejor futuro a mi familia. Poco a poco, el negocio fue creciendo, pero llegó un punto donde me di cuenta de que necesitaba algo más. Quería atraer más clientes, hacerme notar, ser la opción número uno. Así que decidí estudiar mercadotecnia, pensando que ahí encontraría las respuestas… pero no fue así. En la carrera me enseñaron teoría, pero no lo que realmente necesitaba para hacer crecer mi negocio. Nadie me habló de Google Ads, Facebook Ads, páginas web optimizadas o cómo atraer al cliente ideal. Incluso algunos maestros no conocían esas herramientas. Así que me tocó aprender solo. Me equivoqué muchas veces: mis primeras páginas web eran lentas, mis anuncios no generaban resultados, y muchas veces pensé en rendirme… pero no lo hice. Porque entendí algo importante: que el éxito de un negocio no depende de tener más likes o más seguidores, sino de saber conectar con las personas correctas, contar una historia que inspire y crear una marca que genere confianza.